martes, 10 de noviembre de 2015

Carta abierta a mi familia y amigos: sigo viva


Quiero explicaros lo que se siente al despertar en una burbuja. Levantar la cabeza, mirar a tu alrededor y sentir que todo está muy lejos, que tu almohada no es real, o al menos no tan real como cuando te fuiste a dormir. Cuando te dices a ti misma: "Va a ser un gran día. No hay problemas a la vista. Todo irá bien".

Quiero explicaros lo que se siente al andar envuelta en una especie de bruma. Al notar que tus hijos te hablan, pero no puedes centrarte en sus rostros y sus voces suenan como con un eco metálico, como si vinieran de dentro de una lata, unos ecos temblorosos que llegan desde la distancia. Incluso cuando te abrazan y te dicen "Te quiero, mami", incluso cuando les besas y sientes la calidez de sus cuerpos contra el tuyo, incluso entonces no estás segura de si ese amor es real. Te sientes culpable. Te sientes avergonzada. Intentas mirarles pero no puedes verles porque tus ojos no pueden permanecer inmóviles y, en caso de que se queden quietos, lo hacen para centrarse en una nariz o en una peca o un pelo descarriado.

Quiero explicaros lo que significa despertar un día completamente presente. Sentir tranquilidad en tu corazón porque todo sea tan normal. Felicitarte porque te dijiste que podrías conseguirlo. Un amigo te dijo, "Simplemente no le hagas caso. Pon una historia diferente en tu cabeza". Y tu historia es diferente ahora. Vas tachando los quehaceres de tu lista con un eficiente abandono. Te das un capricho y te tomas un café latte. Pasas del maquillaje porque no tienes por qué engañar a nadie. No necesitas hacerles creer que vas a recordar lo que te acaban de decir o que una voz dentro de ti no está gritando para que salgas huyendo. Es demasiado difícil.

No miento, la mayoría de los días el mundo es un lugar lejano y yo me pregunto si no estoy cayendo poco a poco en otra dimensión. Es como si nadara, pero el agua es densa y pesada y nunca llego a ningún sitio. Hablo de flotar de verdad, sin tocar el suelo con los pies.

No miento, odio decir a la gente que necesito un descanso. Odio preguntarme si mi cara está haciendo los gestos apropiados. Odio entrar en el baño para practicar mi sonrisa ante el espejo. Intento estirarla hasta bien arriba, cerca de los ojos. Odio tener que esforzarme por relajar mi mandíbula para que no me cause dolor de cabeza. Odio sentir que no estoy del todo aquí. De no estar del todo en ninguna parte. Odio que me digas que no le haga caso. Que me digas que es fácil. Que me digas que puedo hacerlo. Cuando descubres que todas tus sugerencias no son suficientes y que me digas que tal vez debería buscar ayuda profesional.

Quiero explicaros lo que se siente al despertar de un sobresalto en la noche con el corazón desbocado. Encontrar sólo oscuridad más allá de la oscuridad de los sueños. Combatir las pulsaciones durante la vigilia, sacudirte, rodar de un lado a otro de la cama. Apartar las telarañas del subconsciente. Devolverte a golpes a la luz del día sólo para reencontrar el manto de oscuridad de tu interior. Ninguna ducha puede calmar el peso de esa oscuridad. Ninguna declaración de intenciones la hará desaparecer. No puedes pensar en una salida durante el día, igual que tampoco escuchas palabras como drama, melodramática, exagerada, relájate, inventar problemas, cálmate, estás bien, tienes que cambiar tu forma de pensar, ¿has probado a meditar? No puedes elegir otra opción. No elegiste esto. Nunca lo elegirías.

Es inquietante, y la gente te mira de reojo cuando les dices que tienes ansiedad. Cuando te cierras, cuando te callas, cuando desapareces en mitad de una conversación sin motivo aparente. Cuando hablas dando rodeos porque no estás segura de si alguien te entiende, de si lo dijiste bien las primeras tres veces. De si algo de lo que dices tiene sentido porque tú misma no te encuentras ningún sentido.

Quiero explicaros lo difícil que es saber por qué soy así. Lo difícil que es ser mi misma defensora. Admitir que necesito alejarme. Explicarte por qué soy así. Decirte así es como soy. Decirte que estoy cargada y que puedo explotar o tener un ataque de pánico o un flashback o cualquier otra respuesta traumática. Y usar las palabras que la cultura popular ha distorsionado por desconocimiento. Usar las palabras que se supone tienen que mantenerme cuerda pero que sólo me ponen en más peligro porque han sido equiparadas innecesariamente a lo negativo y a lo anti-intelectual cuando, en realidad, son palabras que pueden ayudarme a cruzar el puente de la compasión, desde ser víctima a ser superviviente.

Quiero explicaros el punzante dolor de esas palabras en mi lengua. Cómo trepan por mis mejillas y las sonrojan, asegurándome que soy una mentirosa. Cómo un suspiro tuyo cuando me estoy esforzando en simplemente ser me deja completamente inmóvil.

La ansiedad, para mí, no significa tener un arrebato de ira de vez en cuando. Significa un cuerpo adormecido, dolores de cabeza, de espalda, torpeza, temblores, frío, el corazón acelerado, terror, tartamudeos y palabras atropelladas en desorden. Durante días. Incluso semanas, a veces. Incluso con terapia. Incluso con el apoyo familiar. Incluso con una dieta sana, suplementos alimenticios y medicación.

Quiero explicaros que no todos los tipos de ansiedad son iguales y que conozco la diferencia. Pero la mayor parte del tiempo mi ansiedad se adueña de mí como una niña inundada de lágrimas que acaba de arañarse las rodillas. Lucho por no repetir los maltratos que yo misma recibí, pero esa niña me clava sus agujas entre los omóplatos, donde no puedo alcanzar. Es la niña que intento calmar mientras ciñe sus manos en torno a mi cuello. Me empuja hacia abajo y me aferra a ella y se acurruca en mi regazo para hacer valer su definición sobre quién soy yo.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' ; y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno


Mientras la leía me sentí muy identificada con gran parte de ella, por eso quise compartirla con todos vosotros. Hay cosas que cuestan mucho de explicar y expresar, cosas que no sabes cómo transmitir a los que te rodean o que ya desististeis, como en mi caso, de que entiendan, pues sé que nunca se pondrán en mi piel. Pero sé que tú, si tú, que también pasas por una situación similar, lo vas a entender cuando leas estas líneas. Hoy día somos muchos, no estás solo/a, ante la ansiedad. 
                                                                           Lunnaris



2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Me alegra, cielo ^_^
      Creo que muchos nos identificamos con estas palabras pero no sabemos cómo expresarnos, quizá así puedan comprender un poquito cómo nos sentimos.

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