martes, 15 de septiembre de 2015

El paquete de galletas


Una noche estaba una mujer en un aeropuerto esperando varias horas antes de que partiera su propio vuelo. Mientras esperaba compró un libro y un paquete de galletas para pasar el tiempo. Buscó asiento y se sentó a esperar. Estaba muy absorta leyendo su libro, cuando de repente notó que el joven que se había sentado a su lado estiraba la mano, con mucha frescura agarraba despreocupadamente del paquete de galletas que estaba entre ellos y comenzaba a comerlas, una a una. No queriendo hacer una escena ella trató de ignorarlo. Un poco molesta la señora comía las galletas y miraba el reloj, mientras que el joven ladrón de galletas, sin vergüenza casi también se las estaba acabando. La señora se empezó a irritar más y pensaba para sí misma:

"Si no fuese yo tan buena y educada, ya le hubiera dejado un moretón en el ojo a este atrevido".

Cada vez que ella comía una galleta, él también se comía otra. El diálogo de sus miradas continuaba cuando se quedaba una, se preguntaban quién lo haría. Con suavidad y con una sonrisa nerviosa, el joven alargó la mano, tomó la última galleta, la partió en dos y le ofreció la mitad a la señora mientras se comía la otra mitad. Ella tomó media galleta bruscamente de su mano y pensaba:

"¡Qué hombre más insolente! ¡Qué mal educado! ¡Ni siquiera me dio las gracias! Nunca antes había conocido a alguien tan fresco..."

Suspiró con ansias cuando su vuelo fue anunciado. Tomó sus maletas y se dirigió a la puerta de embarque rehusándose a mirar en dirección en donde estaba sentado aquel ladrón ingrato. Después de haber abordado el avión y de estar sentada confortablemente, buscó otra vez su libro que ya casi había terminado de leer. Al buscar su libro dentro de su bolsa se quedó totalmente sorprendida cuando encontró el paquete de galletas casi intacto.

"Si mis galletas están aquí", ella pensó y apesadumbrada, "las otras eran suyas, y trató de compartirlas conmigo."

Demasiado tarde para pedirle disculpas al joven, se dijo lenta con mucho pesar, que ella había sido la insolente, la mal educada, la ladrona y no lo sabía.

¿Cuántas veces en nuestras vidas, hemos sabido con certeza que algo era de cierta forma solo para luego descubrir que lo que creímos era la verdad, no lo era? ¿Cuántas veces la desconfianza instigada en nosotros hace que juzguemos injustamente a otras personas con ideas preconcebidas, muchas veces alejadas de la realidad?

Por eso pensemos muy bien antes de juzgar a otros. Demos siempre el beneficio de la duda antes de pensar mal de los demás.

 JORGE BUCAY


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