Estamos a miércoles y aun estoy reponiéndome del último
fin
de semana y es que ha sido una pasada.
Llevaba tiempo sin salir de fiesta y se
nota.
Además no ha sido una fiesta cualquiera.
No todos los días se celebra un
40 cumpleaños.
He tenido que afrontar una situación bastante complicada y reconozco
que ha sido más sencillo de lo esperado o al menos mejor de lo que mi mente
y esos pensamientos anticipatorios me vaticinaban.
Entre todos los amigos planeamos hacerle una fiesta sorpresa a
mi cuñado
y no ha sido fácil guardar el secreto para que éste no se esterase de
nada.
Pero finalmente lo logramos, entre todos conseguimos engañarlo y hacerle
creer
que no había nada preparado.
Mi hermana y otra pareja quedaron con él para
ir a ver un monólogo esa noche
y él estaba muy mosqueado porque a todos se les
ha planificado una fiesta por su 40 cumpleaños
menos a él.Claro que él no sabía que lo del monólogo tan solo era una tapadera.
Habíamos en torno a las 30 personas (ahora no lo recuerdo bien) y por circunstancias,
ajenas a mí, fui la última en llegar,
por lo tanto me tocó empezar a saludar a todo el mundo y...
bueno, eso
costó un poquito, al principio.
Lo bueno de todo es que conocía a la
mayoría de las personas que asistieron
y eso juega un punto a mi favor, a
parte de que,
a su vez, son gente muy agradable y te hacen las cosas
fáciles.
Cuando, al fin, estuvimos todos en el restaurante (que resultó ser como una casa de campo)
mi hermana y compañía fingieron que se les habían olvidado las entradas
y tenían que ir a recogerlas al chalet de uno de ellos.
Nosotros en cuanto llegaron ya los esperábamos con las luces apagadas y no os imagináis
la cara del pobre al entrar, encenderse las luces y vernos a todos allí cantándole "cumpleaños feliz"
¡¡Le temblaba todo!!
Se quedó alucinado. Lo habíamos engañado por completo.
La cena transcurrió muy bien, entre risas, fotos, bromas, copitas de vino,
cerveza y algún cigarrillo entre platos.
Ni que decir tiene que lo pasé bien, pues comer en público y ante tanta gente
para mí no es nada fácil, cómodo ni sencillo pero la fiesta había comenzado
y aquello era el despiporre padre ya, por lo tanto en ningún momento me sentí mal
ni incómoda y transcurrió sin ningún problema ni percance.
Mi cuñada (que estaba a mi lado) y yo nos pusimos mano a mano con el vino blanco y...
en fin, ya os imagináis, ¿no?
Acabada la cena, cambiamos de salón y empezó la música, café, copas, karaoke, fotocall...
Lo que él no sabía es que le teníamos otra sorpresa preparada.
¡¡Lo disfrazamos de abeja!!
¡¡Lo que nos pudimos reír!!
Fue todo un show. Aun me acuerdo y me río a carcajada limpia.
Fue una noche genial.
Fotos, fotos y más fotos para el recuerdo.
Y sobre todo, risas, muchas risas. Como hacía mucho tiempo que no me reía.
Cuando el restaurante tuvo que cerrar los más valientes
(y digo esto porque hacía un frío y un viento que era para pensárselo)
nos fuimos a una discoteca y allí estuvimos hasta cerrarla, fiesta, baile y diversión.
No me reconozco. O quizá sí. Yo era así hace mucho tiempo. Pero ya ni me acordaba.
Y lo pasé estupendamente bien con un grupo de gente fantástica.
Esa noche (o mejor dicho a la mañana siguiente) no volví a dormir a mi casa,
me quedé en casa de mi hermano y mi cuñada, pues mis sobrinos
estaban en la mía y sabía que me iba a ser imposible dormir.
Cuando nos despertamos, ya bien entrado el domingo, mi cuñada y yo aun seguíamos riéndonos
de la noche anterior y, no era para menos, al ver las fotografías que el resto del grupo
nos estaba mandando por el WhatsApp.
Reconozco que la fiesta me hizo bien y lo pasé super, para repetirla otra vez
Sin embargo me ocurre algo que no sabría cómo definir exactamente.
Al día siguiente, lunes, ya en casa y vuelta a la rutina, además del cansancio me sentía...
¿triste? no sabría decir si es así... ¿apática?... mmm... no doy con la palabra...
pero una especie de bajón bastante grande me dio ¿decaimiento?... no lo sé... pero de pronto
sentía que no me apetecía hacer nada, cansada, exhausta, sin contacto con el exterior,
ni saber nada de nadie, ni levantarme de la cama.
Hoy, sin embargo estoy algo mejor, más animadilla que estos días atrás y
por fin me he sentado a escribiros.
Me daba pereza
¡¡Seré gandula!!
Y ahora, aunque hace bastante frío y mucho viento, voy a irme a dar un paseo antes
de que anochezca y haga mucho más frío del que ya hace.
Pasad una buena tarde.
cerveza y algún cigarrillo entre platos.
Ni que decir tiene que lo pasé bien, pues comer en público y ante tanta gente
para mí no es nada fácil, cómodo ni sencillo pero la fiesta había comenzado
y aquello era el despiporre padre ya, por lo tanto en ningún momento me sentí mal
ni incómoda y transcurrió sin ningún problema ni percance.
Mi cuñada (que estaba a mi lado) y yo nos pusimos mano a mano con el vino blanco y...
en fin, ya os imagináis, ¿no?
Acabada la cena, cambiamos de salón y empezó la música, café, copas, karaoke, fotocall...
Lo que él no sabía es que le teníamos otra sorpresa preparada.
¡¡Lo disfrazamos de abeja!!
¡¡Lo que nos pudimos reír!!
Fue todo un show. Aun me acuerdo y me río a carcajada limpia.
Fue una noche genial.
Fotos, fotos y más fotos para el recuerdo.
Y sobre todo, risas, muchas risas. Como hacía mucho tiempo que no me reía.
Cuando el restaurante tuvo que cerrar los más valientes
(y digo esto porque hacía un frío y un viento que era para pensárselo)
nos fuimos a una discoteca y allí estuvimos hasta cerrarla, fiesta, baile y diversión.
No me reconozco. O quizá sí. Yo era así hace mucho tiempo. Pero ya ni me acordaba.
Y lo pasé estupendamente bien con un grupo de gente fantástica.
Esa noche (o mejor dicho a la mañana siguiente) no volví a dormir a mi casa,
me quedé en casa de mi hermano y mi cuñada, pues mis sobrinos
estaban en la mía y sabía que me iba a ser imposible dormir.
Cuando nos despertamos, ya bien entrado el domingo, mi cuñada y yo aun seguíamos riéndonos
de la noche anterior y, no era para menos, al ver las fotografías que el resto del grupo
nos estaba mandando por el WhatsApp.
Reconozco que la fiesta me hizo bien y lo pasé super, para repetirla otra vez
Sin embargo me ocurre algo que no sabría cómo definir exactamente.
Al día siguiente, lunes, ya en casa y vuelta a la rutina, además del cansancio me sentía...
¿triste? no sabría decir si es así... ¿apática?... mmm... no doy con la palabra...
pero una especie de bajón bastante grande me dio ¿decaimiento?... no lo sé... pero de pronto
sentía que no me apetecía hacer nada, cansada, exhausta, sin contacto con el exterior,
ni saber nada de nadie, ni levantarme de la cama.
Hoy, sin embargo estoy algo mejor, más animadilla que estos días atrás y
por fin me he sentado a escribiros.
Me daba pereza
¡¡Seré gandula!!
Y ahora, aunque hace bastante frío y mucho viento, voy a irme a dar un paseo antes
de que anochezca y haga mucho más frío del que ya hace.
Pasad una buena tarde.
Felicidades al cumpleañero!!que como bien dices 40 no se cumple todos los dias ;)
ResponderEliminarUn besito corazon
Ya lo creo y por eso se celebró como se merece. :*
EliminarHola Guapa! Hay que levantar ese animo. Te he nominado a unos premios en mi blog http://mismomentosderelax.blogspot.com.es/2015/02/premio-liebster-award.html Un beso
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